Sólo el silencio

Aunque la realidad del ser ha sido establecida de muchas maneras,decirlo no es suficiente: el ser sólo es conocido por experiencia propia.

Sri Bhagavan Ramana Maharshi

ॐ नमः शिवाय

jueves, 28 de abril de 2011

UPADESA (Jñana Yoga -22) Yo soy

22.- Yo soy la Existencia Una, no el cuerpo, 
los sentidos, aires vitales, intelecto e ignorancia, 
pues ellos son inertes y de hecho, 
inexistentes.

Yo soy es lo primero que viene a la existencia... El primer reflejo que percibimos al salir del sueño profundo es esta sensación de ser y conocer los diversos estados de aproximación a esta experiencia.

La noción "yo soy", seguida del pensamiento "yo sé que soy", es lo primero que nos ocurre como individuos, en este mundo virtual, en esta selva de pensamientos en la que despertamos súbitamente.

Y también esta conciencia YO SOY es lo último que experimentamos antes de pasar al estado de sueño, por lo que se infiere que esta cualidad perceptiva subsiste en estado potencial, aún ante la ausencia de objetos que captar, más allá de los tres estados de la mente (vigilia, sueño y sueño profundo).

Los conceptos de ausencia y presencia se refieren siempre a la cognitividad que aparece como una atribución del intelecto y de la estructura psicofísica que la sustenta.

No es la conciencia la que se regenera en cada estado, sino los estados los que se suceden sobre la misma conciencia, sobre una única base existencial, uno tras otro, guardando estricta correlación con la aptitud energética del cuerpo físico para moverse o expresarse.

Resulta inverosímil que esta conciencia permanente y trascendente a la vez a toda modificación circunstancial, pueda llegar a identificarse con los componenetes de la visión transitoria y relativa como la que proviene de la individualidad, de este mal sueño inconsistente y pasajero.

Así lo expresa el Acharya de Siva, Sri Sankara, en los versos iniciales del Aparoksha Anubhuti, donde reafirma su identidad basándose en la única existencia que se puede corroborar como omnipresente e independiente del tiempo y el espacio, la única realidad continua y completa, que está siempre aquí y ahora sin excepción.

¡Que extraño que un individuo, sabiendo muy bien 
que su cuerpo le pertenece, como cualquier mueble, 
siga conforme con la idea de que él es el cuerpo!

Soy en verdad Brahman, siendo ecuánime e imperturbable; 
mi naturaleza es Existencia, Conocimiento y Beatitud. 
No soy el cuerpo (en ninguna forma, ya sea densa, sutil o causal) 
que es la inexistencia misma. 
A esto los sabios llaman el verdadero Conocimiento.

Soy invariable, sin forma, inmaculado y eterno. 
No soy el cuerpo que es la inexistencia misma. 
A esto los sabios llaman el verdadero Conocimiento.

Soy inmune a toda enfermedad, soy inconcebible 
(porque soy el único y eterno sujeto), libre de alternativas, 
y soy Aquel que da sentido a todo y penetra todo. 
No soy el cuerpo que es la inexistencia misma. 
A esto los sabios llaman el verdadero Conocimiento.

Sin atributo o actividad, soy el eterno, 
el siempre libre y el imperecedero. 
No soy el cuerpo que es la inexistencia misma. 
A esto los sabios llaman el verdadero Conocimiento.

Soy libre de toda impureza, soy inmóvil, ilimitado, 
sagrado, sin vejez e inmortal. 
No soy el cuerpo que es la inexistencia misma. 
A esto los sabios llaman el verdadero Conocimiento.


Sri Sankarâchârya
APAROKSHA ANUBHUTI
La Realización Directa del Ser

La inexistencia del cuerpo y sus adjuntos puede ser probada sencillamente al investigar lo que sucede en el sueño profundo, cuando la mente y todo lo demás desaparece sin afectar la continuidad y plenitud existencial de la conciencia que los anima.

Por eso recalca el Maharshi en el verso inicial, que los elementos que componen esta falsa noción del ser individual o ego, son inhertes (y de hecho inexistentes), ya que es un hecho concreto y comprobable que carecen de sensibilidad y de sustancia cuando están separados de la conciencia.

El temible ego no existe en realidad... Su existencia no puede ser probada porque proviene de la ignorancia de nuestra real naturaleza, del olvido circunstancial de nuestra verdadera identidad.

Al constituir simplemente una falacia, una intuición creada artificialmente por el intelecto, no tiene realidad alguna y por lo tanto, no puede ser combatido ni destruído de otra manera que a través del convencimiento correcto, del verdadero conocimiento.

Si en lugar de resistirlo y darle entidad lo apreciamos como un efecto de una causa suprema y primordial, en la que se origina y se pierde cíclicamente, se trasformará en una instancia más a superar y trascender en el arduo sendero del autoconocimiento.

Cualquier intento de destruirlo o contrarestar sus nocivos efectos no hará más que fortalecerlo, pero si se lo interroga y se investiga acerca de su origen desaparecerá sin duda alguna, como un espejismo desaparece al acercarnos y constatar su falsedad.



Si al Yo lo miramos como el ego, 
entonces nos convertimos en el ego, 
si lo miramos como la mente 
nos convertimos en la mente, 
y si lo miramos como el cuerpo 
nos convertimos en el cuerpo. 

El pensamiento es el que crea las envolturas de tantos modos... 

No repare en el ego 
ni el accionar de éste, 
vea sólo la luz, que está detrás. 

El ego es el pensamiento del Yo. 
El verdadero "yo" es el Yo.


Sri Ramana Maharshi

Buscamos al Yo con el Yo, como quien busca los lentes que tiene sobre la nariz... Al enfrentar al ego desde la perspectiva de la conciencia, este fantasma transitorio se esfuma, como lo hace la ilusión proyectada sobre la realidad al ser abordada por un medio válido de conocimiento.

Así como la cuerda que creíamos una amenaza, acaba con la ilusión de la serpiente sin contradecir su aparición o existencia transitoria, así la Vedanta constituye el medio válido de conocimiento para dejar atrás la ilusión del ser individual sin darle entidad alguna a aquello que es simplemente producto de una falsa noción, de un error de apreciación.

Realizando al individuo como el Yo transitorio (aham), se desemboca en el substratum y allí desaparece todo tipo de conocimiento o comprensión que pueda llegar a trastocar la visión limpia y pura de la Verdad definitiva ... Y entonces sólo queda la realidad de fondo, la única existencia en su estado natural de sólo ser.

Hasta haber dejado atrás el poder de cognitividad tan atrayente y exclavizante, no podremos saborear lo incognoscible, no llegaremos a vivenciar nuestra esencia tal cual es, simple y desnuda, plena, total.

Desde el punto de vista individual y transitorio no podemos apreciar lo trascendente, lo más simple y completo de todo, lo uno sin segundo...

¡YO SOY LA EXISTENCIA UNA, todo lo demás es mental, es inherte y de hecho inexistente!


Los ojos no me disciernen.
Los oídos humanos son sordos a mi silencio.
No soy ni de la tierra, ni del aire, ni del agua, ni del fuego. 
Los que quieren nombrarme quedan reducidos al silencio, 
porque soy el Conocimiento, 
la Vida, 
el ABSOLUTO.
Shankara




TAT TWAM ASI! 
TÚ ERES AQUELLO!



OM NAMAH SHIVAYA

OM NAMO BHAGAVATE SRI RAMANAYA

HARI OM TAT SAT

OM SHANTI, SHANTI, SHANTIHI


jueves, 21 de abril de 2011

Y la verdad los hará libres!

La verdad que debemos conocer para ser hechos libres

Puesto que el auto-conocimiento verdadero es por lo tanto el estado en el que nuestra consciencia individual, nuestra mente o ego, es conocida como una apariencia falsa que nunca existió excepto en su propia imaginación, Sri Ramana a menudo lo describe como el estado de «no-egoidad», «pérdida de individualidad» o «destrucción de la mente». Otro término que se usa comúnmente, tanto en el budismo como en el vedanta advaita, para describir este estado de aniquilación o extinción de nuestra identidad personal, es nirvana, una palabra que significa literalmente «apagado» o «extinguido». 

Éste es el mismo estado al que la mayoría de religiones se refieren como «liberación» o «salvación», debido a que solo en este estado de auto-conocimiento verdadero estamos libres o salvados de la esclavitud de tomarnos erróneamente por un individuo separado, una consciencia que está confinada dentro de los límites de un cuerpo físico.

La única realidad que existe y es conocida en este estado de no-egoidad, nirvana o salvación es nuestra consciencia fundamental y esencial «yo soy». Puesto que no se identifica a sí misma con ningún adjunto limitativo, nuestra consciencia esencial y pura «yo soy» es un todo único, indiviso e ilimitado, del que nada puede existir separado. Toda la diversidad y multiplicidad que parece existir mientras nos identificamos con un cuerpo físico, es conocida solo por nuestra mente, que es meramente una forma distorsionada y limitada de nuestra consciencia original «yo soy». Si esta consciencia «yo soy» no existiera, nada más podría parecer existir. Por lo tanto, nuestra consciencia fundamental «yo soy» es la fuente y origen de todo conocimiento —la única base de todo lo que parece existir.
Nuestra consciencia esencial «yo soy» es así la realidad última, la fuente original de la que todo surge, y el destino final hacia el que todas las religiones y tradiciones espirituales buscan conducirnos. 

La mayoría de las religiones llaman a esta realidad fundamental «Dios» o el «Ser Supremo», o también se refieren a ella de una manera más abstracta como el estado de ser verdadero. Pero por cualquier nombre que la llamen —y ya sea que la describan como un ser o como un estado de ser —la verdad es que la realidad suprema y absoluta no es nada sino nuestro propio ser, la consciencia que nosotros experimentamos como «yo soy».

En su forma verdadera, su naturaleza esencial, Dios no es algo o alguien que exista fuera de nosotros o separado de nosotros, sino que es el espíritu o consciencia que existe dentro de nosotros como nuestra propia naturaleza esencial. Dios es la pura consciencia «yo soy», la forma verdadera de la consciencia que no está limitada al identificarse con un cuerpo físico o con cualquier otro adjunto. 

Pero cuando nosotros, que somos esa misma consciencia pura «yo soy», nos identificamos con un cuerpo físico, sintiendo «yo soy este cuerpo, yo soy una persona, un individuo confinado dentro de los límites del tiempo y el espacio», devenimos la mente, una forma de consciencia falsa e ilusoria. Debido a que de esta manera nos identificamos con adjuntos, nos separamos aparentemente de la pura consciencia sin-adjuntos «yo soy», que es Dios. Al imaginarnos así como un individuo separado de Dios, violamos su totalidad ilimitada y su unidad indivisa.

La meta interna de todas las religiones y tradiciones espirituales, es liberarnos de este estado ilusorio en el que nos imaginamos que estamos separados de Dios, la única realidad ilimitada e indivisa. Por ejemplo, en el cristianismo este estado en el que violamos la unidad y totalidad de Dios al imaginarnos como un individuo separado de él, es llamado el «pecado original», que es la causa raíz de toda miseria e infelicidad. Debido a que solo podemos devenir libres de este «pecado original» conociendo la verdad, Cristo dijo, «…conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8.32). 

La verdad que debemos conocer para ser hechos libres, es la verdad de que nosotros no somos nada sino la pura consciencia «yo soy» sin-adjuntos —ese «yo soy» que es la forma verdadera de Dios, como fue descubierto por él cuando reveló su identidad a Moisés diciendo, «YO SOY LO QUE YO SOY» («ehyeh asher ehyeh» —Éxodo 3.14).

«Conocer la verdad» no significa conocerla teóricamente, sino conocerla como una experiencia directa e inmediata. Para destruir la ilusión de que somos una consciencia individual limitada, una persona separada del todo perfecto que es llamado Dios, debemos experimentarnos como la pura consciencia «yo soy» ilimitada e indivisa. Por lo tanto, para conocer la verdad y con ello ser hechos libres de la ilusión llamada «pecado original», debemos morir y nacer de nuevo —debemos morir a la carne y nacer de nuevo como el espíritu. Por eso es por lo que Cristo dijo, «A no ser que un hombre nazca de nuevo, no puede ver el reino de DiosA no ser que un hombre nazca de… el Espíritu, él no puede entrar en el reino de Dios. Eso que nace de la carne es carne; y eso que nace del Espíritu es espíritu» (Juan 3.3 y 3.5-6).

Es decir, para experimentar y entrar dentro del verdadero estado de Dios, debemos dejar de existir como un individuo separado, como una consciencia que se identifica con la carne y con todas las limitaciones de la carne, y debemos redescubrirnos como el espíritu ilimitado e indiviso, la pura, inadulterada e infinita consciencia «yo soy», que es la realidad absoluta que llamamos «Dios». Cuando nos identificamos con un cuerpo hecho de carne, devenimos esa carne, pero cuando dejamos de identificarnos con esa carne y nos conocemos como mero espíritu, nacemos de nuevo como nuestra naturaleza original, el espíritu puro o consciencia «yo soy».

La necesidad para nosotros de sacrificar nuestra individualidad para nacer de nuevo como el espíritu, es un tema recurrente en las enseñanzas de Jesucristo. «Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, quedará solo: pero si muere, dará mucho fruto. El que ama su vida la pierde; y el que aborrece su vida en este mundo la guardará para la vida eterna» (Juan 12.24-25). «Quienquiera que busque salvar su vida la perderá; y quienquiera que pierda su vida la conservará» (Lucas 17.33). «Y él que no toma su cruz, y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida la perderá; y el que pierda su vida por amor de mí, la hallará» (Mateo 10.38-39). «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallará. ¿Qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? ¿O qué podrá dar el hombre a cambio de su alma?» (Mateo 16.24-26, y también Marcos 8.34-37 y Lucas 9.23-25).

Es decir, para redescubrir nuestra vida verdadera y eterna como el espíritu, debemos perder nuestra vida falsa y transitoria como un individuo. Si buscamos guardar nuestra individualidad falsa, estaremos perdiendo en efecto nuestro espíritu real. Éste es el precio que tenemos que pagar para vivir como un individuo en este mundo. 

Por lo tanto, todo lo que podamos ganar u obtener en este mundo, lo hacemos al precio de perder nuestro propio sí mismo real, el estado de perfección y totalidad (que en este contexto es lo que Cristo quiere decir con el término nuestra «propia alma»). A cambio de recobrar nuestro estado de totalidad perfecto y original, solo tenemos que abandonar nuestra individualidad y todo lo que va con ella. ¿Qué es verdaderamente beneficioso, perder el todo y ganar meramente una parte, o abandonar una mera parte a cambio del todo?

Para abandonar o perder nuestra individualidad, como Cristo había hecho, él dice que debemos seguirle negándonos a nosotros mismos y llevando nuestra cruz. Negarnos a nosotros mismos significa abstenerse de surgir como un individuo separado de Dios, que es el todo —la «plenitud de ser» o totalidad de todo lo que es. 

Llevar nuestra cruz significa abrazar la muerte o destrucción de nuestra propia individualidad, debido a que en los tiempos de Cristo, la cruz era un poderoso símbolo de la muerte, al ser el instrumento usual de ejecución. Así pues, aunque usara un lenguaje algo oblicuo para expresarlo, Cristo enfatizó repetidamente la verdad de que para redescubrir nuestra vida real como el espíritu, debemos sacrificar nuestra vida falsa como un individuo.

Este sacrificio de nuestra individualidad o identificación con la carne, y nuestra consecuente resurrección o renacimiento como el espíritu, fue simbolizado por Cristo a través de su propia crucifixión y subsecuente resurrección. Al morir en la cruz y surgir de nuevo de entre los muertos, Cristo nos dio una poderosa representación simbólica de la verdad de que para devenir libres del «pecado original» de la identificación con la carne, y con ello entrar en el «reino de Dios», debemos morir o dejar de existir como un individuo separado, y de ese modo surgir de nuevo como el espíritu puro, la consciencia infinita «yo soy».

El «reino de Dios» que podemos ver y al cual podemos entrar solo naciendo de nuevo como el espíritu, no es un lugar —algo que podamos encontrar externamente en el mundo material del tiempo y el espacio, o en algún mundo celestial llamado cielo. Cuando a Cristo se le preguntó cuándo vendría el reino de Dios, él respondió, «No viene el reino de Dios ostensiblemente. Ni podrá decirse: Helo aquí o allí; pues, ved, el reino de Dios está dentro de vosotros» (Lucas, 17.20-21).

El reino de Dios no puede encontrarse ostensiblemente, es decir, por ninguna forma de atención objetiva —mirando externamente aquí o allí. No puede ser encontrado en ningún lugar fuera de nosotros, ni aquí en este mundo ni allí en el cielo, ni tampoco es ciertamente algo que vendrá en el futuro. 

Existe dentro de nosotros ahora. Para verlo y entrar en él, debemos volver nuestra atención hacia dentro, retirarla del mundo externo del tiempo y el espacio que observamos por medio de la consciencia limitada a la carne que llamamos nuestra «mente», y volverla hacia nuestra verdadera consciencia «yo soy», que es la base y la realidad subyacente de la consciencia que observa, «yo soy fulano y mengano».

La exhortación «ved» que Cristo usó en el pasaje de más arriba es muy importante. Él no nos dice meramente el hecho de que el reino de Dios está dentro de nosotros, sino que nos exhorta a mirar y ver que está dentro de nosotros. Es decir, él no nos dice meramente la verdad que él vio, sino que nos dice que nosotros debemos verla cada uno por nosotros mismos. Esta exhortación que Cristo nos hace de no mirar aquí o allí sino ver que el reino de Dios está dentro de nosotros mismos, es la esencia de la práctica espiritual enseñada por Sri Ramana y todos los demás sabios verdaderos. 

Nosotros debemos abandonar la atención a todo lo que esté fuera de nosotros mismos, y en lugar de ello debemos volver nuestra atención hacia dentro para ver la realidad que existe dentro de nosotros.

El reino de Dios no es un lugar sino un estado —el estado de pura consciencia. Cuando lo vemos dentro de nosotros mismos volviendo nuestra atención hacia el núcleo más íntimo de nuestro ser, entramos dentro de él y devenimos uno con él. 

Éste es el estado de nacer de nuevo como el espíritu —el estado de unión mística con Dios que todos los cristianos contemplativos buscan obtener. En este estado llamado el «reino de Dios», la pura consciencia «yo soy», que es el espíritu o forma verdadera de Dios, existe y brilla sola en todo el esplendor y la gloria de su unidad indivisa y totalidad ilimitada.

Las enseñanzas de Sri Ramana arrojan así una luz fresca sobre las enseñanzas espirituales contenidas en la Biblia. De la misma manera, arrojan también una luz fresca sobre las enseñanzas espirituales de todas las demás religiones. Aunque sus enseñanzas son fácilmente reconocidas como una expresión fresca y clara de las antiguas enseñanzas del vedanta advaita, de hecho clarifican la esencia interna no solo del vedanta advaita sino también de todas las demás tradiciones espirituales. 

La verdad que él enseñó no es una verdad relativa que esté limitada a alguna religión o cultura humana particular, sino la verdad absoluta que subyace a toda experiencia humana, y que es la fuente y fundamento de las enseñanzas espirituales de todas las religiones. Por razones culturales u otras, en algunas religiones esta verdad es expresada menos abierta y claramente que en otras, pero, sin embargo, es la verdad que está en el corazón de toda religión.
Michael James




El maestro dio, de esta manera, el verdadero significado de la fe cristiana:

Jesús es el ego.
La Cruz es el cuerpo.
Cuando el ego es crucificado, y perece, 
lo que sobrevive es el Ser Absoluto (Cristo), 
y esa sobrevivencia gloriosa se llama resurrección!

Sri Ramana Maharshi 

miércoles, 13 de abril de 2011

UPADESA (Jñana Yoga -20-21-) Aham, el verdadero Yo

20.- Cuando el ego es destruido, el Yo, 
que es la Existencia suprema Infinita, 
brilla por si mismo como Atman.

Habitualmente decimos que el Sí mismo, el Atman, es el Yo verdadero, el ser de cada uno, y esto parece contradecirse con la noción impersonal del Brahman absoluto e infinito... Por eso tenemos que tener bien claro que según la Vedanta, el Atman es la contrapartida de la noción del ser individual (jiva), nacido de la errónea identificación de la conciencia con el cuerpo, la mente y el intelecto en su conjunto.

Al ser no identificado, a aquél que existe independiente de cualquier objeto y del proceso mismo de conocimiento se le denomina Atman, el Sí mismo, el único residente en el corazón de todo lo que existe, eterno, sin cambio, autoconsciente .

El sol está siempre, aún cuando las nubes lo ocultan por un largo lapso de tiempo, o queda del otro lado de la tierra debido al movimiento de rotación y lo perdemos de vista por unas horas.

Lo finito tiene que surgir siempre sobre una base de "infinito", es decir, de algo permanente que pueda sustentarlo... Por eso, antes y después del surgimiento de lo finito, es uno con ese ser infinito y la lógica dice, que aunque no lo parezca, también lo es DURANTE todo el proceso de manifestación.

Por eso, cuando el ego es destruido, todo lo superpuesto a esta realidad irrefutable es destruido,  ya que el ego es todo; el pensamiento raíz "yo" del que todos los demás conceptos surgen es el mundo, el individuo y la falsa noción de un dios controlador... Toda creencia y doctrina que pueda interesarnos, todos estos conceptos madres y de sus infinitas cadenas de ideas relacionadas son sólo creaciones del ego.

Cuando las nubes se disipan o la tierra vuelve a rotar en la mañana, nos percatamos de que nuestra invariable ligazón con el sol es lo que constituye nuestro cielo eterno, nuestro estado natural y puro.

Sri Shankaracharya en el Viveka Churhamoni (La joya suprema del discernimiento), nos dice acerca de ese estado natural y eterno:


"En la envoltura de la inteligencia brilla eternamente 
el Atman, el testigo radiante de todo. 
Toma eso como fin, un fin que nada tiene de irreal y, 
por una corriente continua de pensamiento, 
experiméntalo y goza de él 
como de tu propio Sí-mismo".

Paradójicamente, existimos como consciencia y no somos conscientes de esa existencia.

Nuestro error se basa en lo que pensamos acerca de lo que vemos, de lo que experimentamos como el alma. Vivimos engañados por ese pensamiento recurrente, creyendo que el cuerpo es el yo y sin embargo, aún siendo presas de tan lastimosa creencia tenemos momentos de dicha, de ausencia, de iluminación.

Así es, aún en este estado de identificación, envueltos en este laberinto del ser individual, tenemos la oportunidad de discernir sobre el origen de tal aparición, analizándola en profundidad hasta ver claramente que sólo es un vacío, un concepto, una construcción mental, y una vez allí, logrado el entendimiento básico, adentrarse en la búsqueda de su fuente, sumiéndose en la meditación silenciosa, profunda, dejándonos caer en el centro de esa conciencia, de esa intuición.

Los maestros nos repiten continuamente que no hay nada como la iluminación o la experiencia de la realización directa, más allá de la comprensión de lo que en verdad no somos nada de lo que pensamos, del darse cuenta de la falsedad de nuestras creencias y del doloroso engaño de nuestra identificación con lo transitorio.

Si podemos comprender la experiencia en este cuerpo como un modo de vida, y no como un estado determinante de nuestro ser existencial, no parecerán tan complicadas estas indicaciones.

Lo único que necesitamos es Atma Vidya (el conocimiento del Ser Interno) y esto a su vez, no es algo que debamos conseguir porque ya está en nosotros, es el conocimiento más simple y directo, y es así pues sólo se necesita dirigirse a Él sin desviarse ni entretenerse, ni confundirse con ningún otro conocimiento.


La sensación del cuerpo es un pensamiento, 
el pensamiento es de la mente, 
la mente surge después del pensamiento "yo", 
el pensamiento raíz. 
Si se domina eso, 
desaparecerán todos los otros pensamientos. 
Entonces no habrá cuerpo, 
ni mente, ni siquiera el ego. 

Sri Ramana Maharshi

La última verdad es la visión sin dualidad, la atención sin objetos, la conciencia clara, la realidad total sin cambios ni atributos.

Todo lo demás es mente, es el poder de la naturaleza manifestándose y retroalimentándose de sus creaciones. Es el juego de los elementos en el que no podemos tomar parte, en el que no debemos interferir.

Al trascender la atracción por ese poder ser, esa ilusión de “hacedor” independiente en el mundo mental, volvemos al origen, al punto cero, a lo realmente natural y eterno, y ese estado de desnudez total y absoluta es lo que se conoce como LIBERACIÓN o destrucción del ego.



21.- Cuando se funden el yo individual y el Yo total, 
este Yo indicado con la palabra Aham, Yo, 
refulge debido a su indestructible existencia.

En estos versos definitorios el Gurú se detiene y vuelve a repetir que posiblemente sólo se trate de hallar el espacio de silencio en el propio corazón, sin importar si éste se sitúa en el cuerpo, la mente o la conciencia, pues será ese Silencio el mejor guía para reubicarnos en la perspectiva correcta y permanecer allí como un solo ser.

La biblia dice: Estad quietos y conoced que Yo soy Dios.

Por haber perdido esa base de plenitud que sólo podemos experimentar en el SILENCIO profundo del corazón, y al cual nos iremos readaptando poco a poco, hasta recuperar nuestro ser natural y original, tal como se rehabilita alguien que ha perdido sus principales funciones motrices y necesita reeducarlas con suma paciencia y constancia.

Entre una gota de agua de mar y una tremenda ola, no hay diferencia cualitativa, pues ambos constituyen "el océano"... Sólo difieren en nombre y forma, es decir, en relación al punto de vista del observador que las juzga por tamaño, intensidad, cantidad, etc..

El océano está compuestos por infinitas "gotas" que a su vez, preservan en cada una la esencia o el ser potencial del que son parte.

Egoísmo es ese momento de crisis en que el Yo puro se identifica con el cuerpo y la mente personal, sin tener en cuenta al entorno en que se desarrolla como individuo... Más tarde, atrapado por el círculo vicioso de "yo y mío", su proyección de identidad se extiende hacia sus objetos más queridos, su familia, su propiedad, su nación, creencias, etc. y esto hace que el egoísmo extremo se vaya disipando y reduciendo, tornándose más amplio y menos restrictivo.

Al yo individual se lo denomina JIVA y al global, al yo identificado con la totalidad de la creación, se lo llama  ISHWARA... Ambos gozan del mismo grado de realidad, ya que sólo existen con referencia al otro, y tal comparación se basa precisamente en la apreciación de una entidad diferenciada, que analiza su situación particular en relación al conjunto.

Por esto, cuando las nociones de identidad parcial o total son descartadas, sólo queda la base, el trasfondo en el que se funden todos los conceptos tras un exhaustivo análisis. A esa base conceptual se la llama AHAM y constituye el alfa y la omega de todo lo que existe en los tres períodos de tiempo.


La palabra «Aham» es ella misma muy sugerente. 
Las dos letras de la palabra, a saber, A y HA, 
son la primera y la última letras del alfabeto sánscrito. 

La sugestión que se intenta transmitir por la palabra
es que ella comprende todo. 
¿Cómo? Porque Aham significa la existencia misma.

Aunque al concepto de «yo»-idad o «yo-soy»-dad 
se le conoce por el uso como Aham-vritti, 
no es realmente un vritti como los otros vrittis de la mente. 

Porque, a diferencia de los otros vrittis que no tienen interrelación esencial, 
el Aham-vritti está igual y esencialmente relacionado con todos 
y cada uno de los vrittis de la mente. 

Sin el Aham-vritti no puede haber ningún otro vritti, 
pero el Aham-vritti puede subsistir por sí mismo 
sin depender de ningún otro vritti de la mente. 
Por consiguiente, el Aham-vritti es fundamentalmente
diferente de los otros vrittis.

Así pues, la búsqueda de la Fuente del Aham-vritti 
no es meramente la búsqueda de la base de una de las formas del ego, 
sino de la Fuente misma de la que surge la «yo-soy»-dad. 

En otras palabras, la búsqueda y la realización de la Fuente del ego, 
en la forma de Aham-vritti, 
implica necesariamente la trascendencia del ego
en cada una de sus formas posibles.

Sri Ramana Maharshi

La única existencia indestructible es aquella que carece de principio, y está más allá del conocimiento relativo, del observador diferenciado.

Por eso dice nuestro amado guía que nuestra gloria se halla donde cesamos de existir.

No es que sea necesario morir para ser libre, sino subsistir libre para siempre y en este mismo instante de la idea del "nacimiento" y "muerte".

Si pudieramos permanecer como en el estado de sueño profundo, sumidos mentalmente en la seguridad de que no somos nada, y que todo lo demás es nada "absolutamente", sabiendo sin mediar ningún conocimiento formulado o conceptualización alguna, que esa "nada" significa simplemente UNIDAD, e implica que todo es uno, y por ende, uno es TODO.

Entonces no harían falta más palabras, ni enseñanzas, ni escrituras, ni meditaciones... Lo verdaderamente importante es darnos cuenta que todo lo que existe no tiene una real existencia en sí, o independientemente de ese trasfondo... Nada tiene entidad a no ser como expresiones de esta única Consciencia.

No necesitamos hacer nada, ni aprender nada, ni adquirir nada para ser, lo único que necesitamos es despertar, soltar la soga que nos liga a la ilusión del ser individual.

Una vez que somos conscientes de que lo único que nos mantiene atados es nuestra propia mano sosteniéndose, aferrándose a lo conocido, a lo limitado, a lo mental, dejamos de buscar para encontrar, dejamos de creer para saber, dejamos de desear para ser, sólo ser.

El Atman, el Yo puro es todo lo que somos... Es la Luz de la conciencia reflejada desde el corazón... Es ese extraordinario poder que además de ser luz para todos los objetos o visiones sucesivas, es luz para sí mismo, y en este principio es en el que debemos afirmarnos para reconocerlo y fundirnos en Él.

El Yo real trasciende todo concepto, toda ilusión o creación particular, toda identidad.

El Yo indicado con la palabra Aham, eres tú que estás leyendo ahora... Yo soy aquí escribiendo... Y somos ambos, todos y ninguno, indiferenciados y fundidos en un único aquí y ahora INTERMINABLE!


TAT TWAM ASI! 


TÚ ERES AQUELLO!




OM NAMAH SHIVAYA

OM NAMO BHAGAVATE SRI RAMANAYA

HARI OM TAT SAT

OM SHANTI, SHANTI, SHANTIHI

Âtma Vichara paso a paso

Persigue inexorablemente la búsqueda del "Quién soy yo".
Analiza tu personalidad entera.
Trata de encontrar dónde comienza el pensamiento del Yo.
Prosigue con tus meditaciones.
Continúa volviendo la atención hacia adentro. (Un día la rueda del pensamiento perderá velocidad, y una intuición surgirá misteriosamente)
Sigue esa intuición, deja que tu pensamiento se detenga, y te conducirá finalmente hacia la meta.

De las Enseñanzas de Sri Ramana Maharshi