Sólo el silencio

Aunque la realidad del ser ha sido establecida de muchas maneras,decirlo no es suficiente: el ser sólo es conocido por experiencia propia.

Sri Bhagavan Ramana Maharshi

ॐ नमः शिवाय

jueves, 21 de abril de 2011

Y la verdad los hará libres!

La verdad que debemos conocer para ser hechos libres

Puesto que el auto-conocimiento verdadero es por lo tanto el estado en el que nuestra consciencia individual, nuestra mente o ego, es conocida como una apariencia falsa que nunca existió excepto en su propia imaginación, Sri Ramana a menudo lo describe como el estado de «no-egoidad», «pérdida de individualidad» o «destrucción de la mente». Otro término que se usa comúnmente, tanto en el budismo como en el vedanta advaita, para describir este estado de aniquilación o extinción de nuestra identidad personal, es nirvana, una palabra que significa literalmente «apagado» o «extinguido». 

Éste es el mismo estado al que la mayoría de religiones se refieren como «liberación» o «salvación», debido a que solo en este estado de auto-conocimiento verdadero estamos libres o salvados de la esclavitud de tomarnos erróneamente por un individuo separado, una consciencia que está confinada dentro de los límites de un cuerpo físico.

La única realidad que existe y es conocida en este estado de no-egoidad, nirvana o salvación es nuestra consciencia fundamental y esencial «yo soy». Puesto que no se identifica a sí misma con ningún adjunto limitativo, nuestra consciencia esencial y pura «yo soy» es un todo único, indiviso e ilimitado, del que nada puede existir separado. Toda la diversidad y multiplicidad que parece existir mientras nos identificamos con un cuerpo físico, es conocida solo por nuestra mente, que es meramente una forma distorsionada y limitada de nuestra consciencia original «yo soy». Si esta consciencia «yo soy» no existiera, nada más podría parecer existir. Por lo tanto, nuestra consciencia fundamental «yo soy» es la fuente y origen de todo conocimiento —la única base de todo lo que parece existir.
Nuestra consciencia esencial «yo soy» es así la realidad última, la fuente original de la que todo surge, y el destino final hacia el que todas las religiones y tradiciones espirituales buscan conducirnos. 

La mayoría de las religiones llaman a esta realidad fundamental «Dios» o el «Ser Supremo», o también se refieren a ella de una manera más abstracta como el estado de ser verdadero. Pero por cualquier nombre que la llamen —y ya sea que la describan como un ser o como un estado de ser —la verdad es que la realidad suprema y absoluta no es nada sino nuestro propio ser, la consciencia que nosotros experimentamos como «yo soy».

En su forma verdadera, su naturaleza esencial, Dios no es algo o alguien que exista fuera de nosotros o separado de nosotros, sino que es el espíritu o consciencia que existe dentro de nosotros como nuestra propia naturaleza esencial. Dios es la pura consciencia «yo soy», la forma verdadera de la consciencia que no está limitada al identificarse con un cuerpo físico o con cualquier otro adjunto. 

Pero cuando nosotros, que somos esa misma consciencia pura «yo soy», nos identificamos con un cuerpo físico, sintiendo «yo soy este cuerpo, yo soy una persona, un individuo confinado dentro de los límites del tiempo y el espacio», devenimos la mente, una forma de consciencia falsa e ilusoria. Debido a que de esta manera nos identificamos con adjuntos, nos separamos aparentemente de la pura consciencia sin-adjuntos «yo soy», que es Dios. Al imaginarnos así como un individuo separado de Dios, violamos su totalidad ilimitada y su unidad indivisa.

La meta interna de todas las religiones y tradiciones espirituales, es liberarnos de este estado ilusorio en el que nos imaginamos que estamos separados de Dios, la única realidad ilimitada e indivisa. Por ejemplo, en el cristianismo este estado en el que violamos la unidad y totalidad de Dios al imaginarnos como un individuo separado de él, es llamado el «pecado original», que es la causa raíz de toda miseria e infelicidad. Debido a que solo podemos devenir libres de este «pecado original» conociendo la verdad, Cristo dijo, «…conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8.32). 

La verdad que debemos conocer para ser hechos libres, es la verdad de que nosotros no somos nada sino la pura consciencia «yo soy» sin-adjuntos —ese «yo soy» que es la forma verdadera de Dios, como fue descubierto por él cuando reveló su identidad a Moisés diciendo, «YO SOY LO QUE YO SOY» («ehyeh asher ehyeh» —Éxodo 3.14).

«Conocer la verdad» no significa conocerla teóricamente, sino conocerla como una experiencia directa e inmediata. Para destruir la ilusión de que somos una consciencia individual limitada, una persona separada del todo perfecto que es llamado Dios, debemos experimentarnos como la pura consciencia «yo soy» ilimitada e indivisa. Por lo tanto, para conocer la verdad y con ello ser hechos libres de la ilusión llamada «pecado original», debemos morir y nacer de nuevo —debemos morir a la carne y nacer de nuevo como el espíritu. Por eso es por lo que Cristo dijo, «A no ser que un hombre nazca de nuevo, no puede ver el reino de DiosA no ser que un hombre nazca de… el Espíritu, él no puede entrar en el reino de Dios. Eso que nace de la carne es carne; y eso que nace del Espíritu es espíritu» (Juan 3.3 y 3.5-6).

Es decir, para experimentar y entrar dentro del verdadero estado de Dios, debemos dejar de existir como un individuo separado, como una consciencia que se identifica con la carne y con todas las limitaciones de la carne, y debemos redescubrirnos como el espíritu ilimitado e indiviso, la pura, inadulterada e infinita consciencia «yo soy», que es la realidad absoluta que llamamos «Dios». Cuando nos identificamos con un cuerpo hecho de carne, devenimos esa carne, pero cuando dejamos de identificarnos con esa carne y nos conocemos como mero espíritu, nacemos de nuevo como nuestra naturaleza original, el espíritu puro o consciencia «yo soy».

La necesidad para nosotros de sacrificar nuestra individualidad para nacer de nuevo como el espíritu, es un tema recurrente en las enseñanzas de Jesucristo. «Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, quedará solo: pero si muere, dará mucho fruto. El que ama su vida la pierde; y el que aborrece su vida en este mundo la guardará para la vida eterna» (Juan 12.24-25). «Quienquiera que busque salvar su vida la perderá; y quienquiera que pierda su vida la conservará» (Lucas 17.33). «Y él que no toma su cruz, y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida la perderá; y el que pierda su vida por amor de mí, la hallará» (Mateo 10.38-39). «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallará. ¿Qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? ¿O qué podrá dar el hombre a cambio de su alma?» (Mateo 16.24-26, y también Marcos 8.34-37 y Lucas 9.23-25).

Es decir, para redescubrir nuestra vida verdadera y eterna como el espíritu, debemos perder nuestra vida falsa y transitoria como un individuo. Si buscamos guardar nuestra individualidad falsa, estaremos perdiendo en efecto nuestro espíritu real. Éste es el precio que tenemos que pagar para vivir como un individuo en este mundo. 

Por lo tanto, todo lo que podamos ganar u obtener en este mundo, lo hacemos al precio de perder nuestro propio sí mismo real, el estado de perfección y totalidad (que en este contexto es lo que Cristo quiere decir con el término nuestra «propia alma»). A cambio de recobrar nuestro estado de totalidad perfecto y original, solo tenemos que abandonar nuestra individualidad y todo lo que va con ella. ¿Qué es verdaderamente beneficioso, perder el todo y ganar meramente una parte, o abandonar una mera parte a cambio del todo?

Para abandonar o perder nuestra individualidad, como Cristo había hecho, él dice que debemos seguirle negándonos a nosotros mismos y llevando nuestra cruz. Negarnos a nosotros mismos significa abstenerse de surgir como un individuo separado de Dios, que es el todo —la «plenitud de ser» o totalidad de todo lo que es. 

Llevar nuestra cruz significa abrazar la muerte o destrucción de nuestra propia individualidad, debido a que en los tiempos de Cristo, la cruz era un poderoso símbolo de la muerte, al ser el instrumento usual de ejecución. Así pues, aunque usara un lenguaje algo oblicuo para expresarlo, Cristo enfatizó repetidamente la verdad de que para redescubrir nuestra vida real como el espíritu, debemos sacrificar nuestra vida falsa como un individuo.

Este sacrificio de nuestra individualidad o identificación con la carne, y nuestra consecuente resurrección o renacimiento como el espíritu, fue simbolizado por Cristo a través de su propia crucifixión y subsecuente resurrección. Al morir en la cruz y surgir de nuevo de entre los muertos, Cristo nos dio una poderosa representación simbólica de la verdad de que para devenir libres del «pecado original» de la identificación con la carne, y con ello entrar en el «reino de Dios», debemos morir o dejar de existir como un individuo separado, y de ese modo surgir de nuevo como el espíritu puro, la consciencia infinita «yo soy».

El «reino de Dios» que podemos ver y al cual podemos entrar solo naciendo de nuevo como el espíritu, no es un lugar —algo que podamos encontrar externamente en el mundo material del tiempo y el espacio, o en algún mundo celestial llamado cielo. Cuando a Cristo se le preguntó cuándo vendría el reino de Dios, él respondió, «No viene el reino de Dios ostensiblemente. Ni podrá decirse: Helo aquí o allí; pues, ved, el reino de Dios está dentro de vosotros» (Lucas, 17.20-21).

El reino de Dios no puede encontrarse ostensiblemente, es decir, por ninguna forma de atención objetiva —mirando externamente aquí o allí. No puede ser encontrado en ningún lugar fuera de nosotros, ni aquí en este mundo ni allí en el cielo, ni tampoco es ciertamente algo que vendrá en el futuro. 

Existe dentro de nosotros ahora. Para verlo y entrar en él, debemos volver nuestra atención hacia dentro, retirarla del mundo externo del tiempo y el espacio que observamos por medio de la consciencia limitada a la carne que llamamos nuestra «mente», y volverla hacia nuestra verdadera consciencia «yo soy», que es la base y la realidad subyacente de la consciencia que observa, «yo soy fulano y mengano».

La exhortación «ved» que Cristo usó en el pasaje de más arriba es muy importante. Él no nos dice meramente el hecho de que el reino de Dios está dentro de nosotros, sino que nos exhorta a mirar y ver que está dentro de nosotros. Es decir, él no nos dice meramente la verdad que él vio, sino que nos dice que nosotros debemos verla cada uno por nosotros mismos. Esta exhortación que Cristo nos hace de no mirar aquí o allí sino ver que el reino de Dios está dentro de nosotros mismos, es la esencia de la práctica espiritual enseñada por Sri Ramana y todos los demás sabios verdaderos. 

Nosotros debemos abandonar la atención a todo lo que esté fuera de nosotros mismos, y en lugar de ello debemos volver nuestra atención hacia dentro para ver la realidad que existe dentro de nosotros.

El reino de Dios no es un lugar sino un estado —el estado de pura consciencia. Cuando lo vemos dentro de nosotros mismos volviendo nuestra atención hacia el núcleo más íntimo de nuestro ser, entramos dentro de él y devenimos uno con él. 

Éste es el estado de nacer de nuevo como el espíritu —el estado de unión mística con Dios que todos los cristianos contemplativos buscan obtener. En este estado llamado el «reino de Dios», la pura consciencia «yo soy», que es el espíritu o forma verdadera de Dios, existe y brilla sola en todo el esplendor y la gloria de su unidad indivisa y totalidad ilimitada.

Las enseñanzas de Sri Ramana arrojan así una luz fresca sobre las enseñanzas espirituales contenidas en la Biblia. De la misma manera, arrojan también una luz fresca sobre las enseñanzas espirituales de todas las demás religiones. Aunque sus enseñanzas son fácilmente reconocidas como una expresión fresca y clara de las antiguas enseñanzas del vedanta advaita, de hecho clarifican la esencia interna no solo del vedanta advaita sino también de todas las demás tradiciones espirituales. 

La verdad que él enseñó no es una verdad relativa que esté limitada a alguna religión o cultura humana particular, sino la verdad absoluta que subyace a toda experiencia humana, y que es la fuente y fundamento de las enseñanzas espirituales de todas las religiones. Por razones culturales u otras, en algunas religiones esta verdad es expresada menos abierta y claramente que en otras, pero, sin embargo, es la verdad que está en el corazón de toda religión.
Michael James




El maestro dio, de esta manera, el verdadero significado de la fe cristiana:

Jesús es el ego.
La Cruz es el cuerpo.
Cuando el ego es crucificado, y perece, 
lo que sobrevive es el Ser Absoluto (Cristo), 
y esa sobrevivencia gloriosa se llama resurrección!

Sri Ramana Maharshi 

4 comentarios:

  1. Gracias Amado Ganapati, sabes cuánto te agradezco estas enseñanzas tan esclarecedoras, gracias por traernos tanta luz y ayudar al entendimiento donde hay tanta confusión..
    Gracias Amado, a los pies del Maestro, siempre, en Abrazo Eterno!

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  2. Querido Hermano en el Ser:

    En verdad el post es excelente y muy claro.
    Nunca comprendí el mensaje del Cristianismo, no por no querer sino por lo confuso de su discurso; por esa razón creo haberme apartado durante tanto tiempo de una búsqueda espiritual. Doy gracias igualmente ya que el Sí Mismo no se dejó vencer y buscó la Sabiduría hasta encontrarla.
    Hoy soy feliz.
    Gracias por tus esfuerzos para entregarnos más luz y comprender.

    Tu labor ha sido inmaculada y rebosante de Amor Absoluto.

    Sigue así ya que te ayudas y nos ayudas a continuar siempre a los pies de nuestro maestro.

    Sus palabras y textos son gotas de néctar para nuestro corazón y luz de compresión a través de nuestra inteligencia e indagación.

    Nos ayuda, o me ayuda, a no perder mi rumbo y tener siempre una frase para reflexionar durante uno o varios días y así estar en mi centro; en mi corazón, el núcleo de nuestro Ser, como nos enseña Sri Ramana.


    NAMASTÉ!!!! _/\_

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  3. Gracias amigo por seguir recordándonos que no somos este cuerpo-mente... que fácil es olvidarse de que SOMOS ESO y no esto separado de ESO...

    "Es decir, para redescubrir nuestra vida verdadera y eterna como el espíritu, debemos perder nuestra vida falsa y transitoria como un individuo. Si buscamos guardar nuestra individualidad falsa, estaremos perdiendo en efecto nuestro espíritu real. Éste es el precio que tenemos que pagar para vivir como un individuo en este mundo".

    Digo lo mismo que Sat... gracias por traer tanta claridad donde hay tanta confusión... y tanta mal-interpretación sobretodo de las palabras de Jesús...

    Gracias de corazón!! Un abrazo cósmico!!

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  4. GRACIAS AMIGOS EN EL SER!

    Gracias a ustedes por seguir esta enseñanza, respetarla y amarla como se merece!

    Por siempre a sus pies: Ganapati

    Namasté!

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TAT TVAM ASI (Tú eres Aquello que es lo único que ES)

OM NAMAH SHIVAYA



Âtma Vichara paso a paso

Persigue inexorablemente la búsqueda del "Quién soy yo".
Analiza tu personalidad entera.
Trata de encontrar dónde comienza el pensamiento del Yo.
Prosigue con tus meditaciones.
Continúa volviendo la atención hacia adentro. (Un día la rueda del pensamiento perderá velocidad, y una intuición surgirá misteriosamente)
Sigue esa intuición, deja que tu pensamiento se detenga, y te conducirá finalmente hacia la meta.

De las Enseñanzas de Sri Ramana Maharshi